Bartleby y compañia de Enrique Vila Matas

Hace años leí el libro Bartleby y compañía, escrito por uno de los mejores y más originales escritores que tenemos en España: Enrique Vila-Matas. El libro es una rara mezcla entre ensayo, diario y relato en el cual el narrador va hablando de esos grandes escritores que un día dejaron tras de sí una obra de gran calidad pero breve, como Juan Rulfo, J.D. Salinger o Arthur Rimbaud. El narrador va en busca de estos escritores a los que él define como bartlebys. Dicho término lo toma Vila-Matas en alusión al famoso relato de Herman Melville Bartleby, el escribiente. Disfruté muchísimo con el libro del escritor español y siempre me apunté, para el futuro, leer un día el relato de Melville. Pues bien, ese día llegó ya y hoy vamos a hablar precisamente de él.

Herman Melville es uno de los grandes narradores americanos. Para algunos el Cervantes estadounidense. Su novela Moby Dick es uno de los clásicos más celebrados dentro de la narrativa universal. Melville se adentró en la psicología del ser humano para intentar entender los motivos que llevaban a movernos en nuestros arrebatos más descarnados. Su trabajo paso relativamente inadvertido. Muere en 1891. Tendrían que pasar tres décadas para que la gente diera un justo reconocimiento a sus obras maestras. Hoy en día nadie discute la grandeza y modernidad de su obra y es reconocido en el mundo entero como uno de los 10 mejores escritores del mundo.

Bartleby el escribiente narra la historia de un oficinista de Nueva York. La historia está narrada por su jefe, un abogado del cual no sabemos su nombre. Cuenta en su despacho con tres trabajadores que si bien no son muy brillantes resuelven sus necesidades. Un buen día, llevado por la buena marcha de su negocio, se decide a contratar a un nuevo empleado. Aquí es donde hace su aparición Bartleby. En un primer momento Bartleby se convierte en un empleado modelo, sacando una cantidad de trabajo adelante.

Sin embargo un día el abogado, tras la copia de un documento muy importante, le pide a Bartleby que coteje el texto con el original. Para sorpresa del abogado, en vez de realizar el trabajo rutinario, Bartleby decide rechazar el encargo usando una frase que de ahí en adelante se convertirá en un tamtra maldito: “Preferiría no hacerlo”. De ahí en adelante la relación entre empleado y empleador se irá volviendo cada vez más surrealista debido a las negativas que Bartleby siempre le da a su jefe.

Siempre resulta fascinante leer libros que se adelantan tanto a su tiempo. Melville inagura con su libro la literatura existencial y del absurdo, con un personaje atenazado por la angustia. Bartleby sería un digno personaje de Kafka, Ionesco o Camus. Ya por el hecho de que este breve relato llegue al mundo un siglo antes de lo que le corresponde sería suficiente motivo para leerlo. De Bartleby no sabemos casi nada. El misterio que rodea a su figura hace aún más desconcertante toda la situación. ¿Tiene conocidos o familia? ¿Dónde vive? ¿Qué come? ¿Qué hace aparte de trabajar? Todas estas preguntas son misterios que se quedan sin resolver. A Melville, en ese aspecto, parece que no le interesa darnos datos anecdóticos o biográficos que se conviertan en árboles que te impiden ver el bosque. Bartleby no es un personaje, es una metáfora de la sociedad postindustrial. De hecho, uno de los pocos datos biográficos que posee el narrador (“un rumor nebuloso” dice al arranque del relato), convierte aún más a Bartleby en un paradigma. Es el síntoma que se pone de manifiesto de una enfermedad que crece de forma solapada en el mundo moderno.

Sin embargo, toda la tensión y angustia que se deriva del protagonista queda compensada con la ironía y humor que se desprenden de la narración del abogado. Desde el punto de vista formal es un relato bastante divertido. Con un lenguaje ridículamente oficial y rimbombante el abogado nos va contando las desventuras que va sufriendo debido a su relación con Bartleby y el resto de sus empleados. De todas formas, siempre nos debemos preguntar por qué un narrador nos cuenta una historia. En esa respuesta se puede encontrar siempre alguna de las claves que nos llevan a interpretar un libro. Parece sensato pensar a priori que a poca gente le puede interesar la historia (o incluso la no-historia) de un copista. Sin embargo el narrador está determinado a contárnosla. Personalmente creo que el motor último son los remordimientos que siente el narrador por su actitud respecto a Bartleby. El hecho de que no sepamos su nombre no se debe a que sea una persona humilde. Parece que su anonimato va más en la senda de que no quiere que sus conocidos se enteren de quién está detrás de esta crónica. Cuando habla de su despacho nos indica la dirección como “un piso alto en el n.º X de Wall Street” y de sus empleados no nos da los nombre verdaderos sino sus motes.

Y si este es el motivo real que le lleva a escribir la historia nos podemos hacer una pregunta más. ¿Es Bartleby real o producto de la imaginación del narrador azuzada por los remordimientos de actos cometidos en el pasado? En algunos relatos del XIX muchos personajes se ven acosados por seres extraños que aparentemente son de carne y hueso cuando realmente están solo en sus imaginaciones obsesivas. Creo que en este caso es diferente. Bartleby es real. Y eso es lo preocupante, que no sea la pesadilla de un abogado medio de Nueva York. Bartleby es un ciudadano ejemplar que la sociedad ha acabado por engullir y al que sólo le queda la posibilidad de decir que no. Y ni siquiera lo puede decir de forma tajante. Pero esa “bofetada” social es suficiente para obtener una última victoria a modo de venganza. Ya que como dice el propio narrador: “Nada exaspera más a una persona seria que una resistencia pasiva”.

Bartleby el escribiente es una obra que ya no está sujeta a los derechos de autor así que se puede descargar gratis desde Amazon en inglés. Si lo queréis en español lo he encontrado en este enlance. Para los que prefiráis el libro abajo pongo, como de costumbre, una edición. Por último decir que Crispin Glover adaptó la obra al cine en 2001. Aquí os dejo una escena a modo de aperitivo.

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