Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite

Cuando era peque leía muchos tebeos (en especial de Mortadelo y Filemón) y libros de la colección del Barco de Vapor (como los famosos y divertidísimos Jonás y el mamut Peludo, Fray Perico y su borrico o El pirata Garrapata). Eso libros de literatura infantil fueron claves para desarrollar mi gusto por la lectura por eso concedo una gran importancia a la literatura infantil. Pero al crecer mi madre juzgó que ya era tiempo de abordar otro tipo de libros que, si bien seguían siendo aptos para niños, sirvieran de transición a la literatura para adultos. De esa etapa importantísima recuerdo sobre todo dos libros: El príncipe destronado de Miguel Delibes y Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite. Ambos escritores fueron y siguen siendo hoy día referentes de lo que a mi parecer son tanto dos buenos escritores como personas. Pues bien, hoy vamos a hablar del segundo de los libros, cuento fascinante tanto para niños como para adultos.

Pero antes, como siempre, hablemos un poco de su autora. Martín Gaite es, posiblemente, la mejor escritora española del siglo XX y desde mi punto de vista la mejor escritora en general desde que el mundo es mundo. Fumadora y bebedora en un país machista en blanco y negro, Martín Gaite fue una rebelde discreta que sin levantar la voz contribuyó a reivindicar el papel de la mujer tanto en la literatura como en la sociedad. Literariamente pertenece a la gran generación de los 50, como Ignacio Aldecoa o Rafael Sánchez Ferlosio con el que estuvo casada y del que posteriormente se separó. Sus novelas le llevaron a ganar grandes premios como el Nadal, el Príncipe de Asturias de las Letra o el Nacional de Literatura. Martín Gaite tiene verdaderas joyas entre las que destacan Retahílas, El cuarto de atrás, Entre visillos, Nubosidad Variable o Lo raro es vivir. Pero si por un libro Martín Gaite es recordada con cariño tanto por niños como por adultos es sin lugar a dudas por Caperucita en Manhattan.

Sarah Allen, nuestra Caperucita moderna, vive en Nueva York en el barrio de Brooklyn, con sus padres. Pero ella sueña con vivir con su abuela que había sido una cantante de music-hall y que ahora vive en Manhattan. Cada sábado va con su madre a llevarle una tarta de fresa a su abuelita y es para Sarah el momento más fascinante de la semana. Y si tenemos a Caperucita y a su abuela necesitamos también al lobo feroz. Mister Woolf es un rico pastelero que ha progresado en la vida y ahora es un multimillonario que vive en un rascacielos con forma de tarta. Está obsesionado con el dinero y, por supuesto, ahora no tiene muchos amigos.

Pero si hay un personaje fantástico y mediante el cual Martín Gaite se desvía del cuento clásico es Miss Lunatic. Es una mendiga de la cuál no se sabe muy bien su edad ni a qué se dedica. Dicen que durante el día vive en la Estatua de la Libertad y por las noche sale con un cochecito de bebé a recorrer las calles de Manhattan. La labor principal de Miss Lunatic es hablar con la gente, sobre todo escucharla y ayudarla con sus problemas. La gente, agradecida, la invita a comer o a dar un paseo en coche de caballos en Central Park.

He regalado este libro muchas veces porque me encanta. Cuando se lo he regalado a extranjeros siempre se lo defino como El Principito español. El famoso cuento de Saint-Exupéry cautiva todavía tanto a grandes y pequeños y es un libro que todos deberíamos leer de vez en cuando. Lo mismo sucede con el cuento de Martín Gaite. Ambos libros arrancan con una metáfora visual. En El principito, hay un dibujo donde los adultos sólo ven un sombrero cuando en realidad se trata de una boa que acaba de comerse un elefante. En Caperucita en Manhattan donde los adultos ven un mapa de Manhattan Sarah ve un jamón con un pastel de espinacas en el centro. No es gratuito. Martín Gaite es una gran admiradora del escritor francés y lo que nos quiere decir es que veamos las cosas de una manera diferente. En el cuento Martín Gaite parafrasea una de las máximas más famosa del principito: las cosas más importantes son invisibles a los ojos.

Aunque el libro se entiende por sí solo, yo recomendaría como lectura complementaria otro libro de Martín Gaite: El cuento de nunca acabar (notas sobre la narración, el amor y la mentira). Este libro es una especie de tratado de literatura, un ensayo, donde Martín Gaite reflexiona sobre los cuentos, la literatura infantil o la narración de una historia entre otras cosas. Descubrimos por ejemplo como la autora no entiende porque a los niños muchas veces no se le cuentan las cosas como suceden de veras, edulcorándoles la realidad de forma estúpida. De hecho una de las cosas que odia es que se modifiquen los cuentos de Perrault, donde la sangre corre a destajo, para hacerlos más propios a los niños. ¡Acaso el escritor francés no los escribió para ellos! Martín Gaite no quiere que se trate a los niños como a estúpidos, de hecho defiende de una forma bastante convicente que los niños entienden y viven la vida de una forma mucho más lógica y coherente que los adultos. Y es una ferviente defensora, como buena escritora, de la fantasía. No comprende a los adultos que no quieren que a los niños se les llene la cabeza de historias fantásticas. Para Martín Gaite lo importante no es que una historia se verdad o no, sino que esté bien contada. Además como dice Miss Lunatic: “Las gentes que tienen miedo a lo maravilloso deben verse continuamente en callejones sin salida (…) Nada podrá descubrir quien pretenda negar lo inexplicable”.

Caperucita en Manhattan es un libro tremendamente subversivo. Anima a los niños a no tener miedo a pasear de noche por un parque. Anima a los niños a pensar con los ojos abiertos. Anima a los niños a no pensar tanto en el dinero sino a disfrutar de la vida y la alegría. Explica que lo contrario de divertido no es importante, sino aburrido. Anima a los niños a desconfiar lo que nos dicen las películas y la televisión y más en lo que nos dicen los extrañes de carne y hueso que nos encontramos por la vida. Pero todos estos mensaje y otros que aparecen en el libro, en el fondo, Martín Gaite los dirige más a los adultos que a los niños. Los niños ya los saben pero los adultos se han olvidado de ellos.

Sarah Allen me abrió la puerta de la literatura para adultos cuando tenía diez años. Desde entonces Carmen Martín Gaite me ha acompañado a través de varios libros porque su forma de narrar, de ver la vida y de vivir me parecen maravillosas. Tuve la suerte de estrechar su mano un par de veces en la Feria de libro de Madrid, cuando todavía era un niño. El día en que murió me fui con una amigo de cañas por el Madrid de los Austrias en homenaje póstumo a la autora. Esa noche, precisamente, le regalé a mi amigo mi ejemplar de El cuento de nunca acabar. Pocas semanas después se organizó un concierto-recital en homenaje a Martín Gaite donde se interpretaron varias canciones francesas (pues era una gran admiradora de ellas) y se recitaron varios de sus poemas. Poca gente conoce la obra poética de Martín Gaite. Los recomiendo muy vivamente. Son sencillos, directos y sentidos. Martín Gaite era un defensora de la sencillez en la vida y, por lo tanto, también en la literatura.

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